Soy Carolina Borean, profesora de matemática. Me desempeño en este rol desde hace once años, he trabajado en diferentes instituciones educativas, y actualmente mi carga horaria se encuentra concentrada en una escuela pública de la Provincia de Buenos Aires, abarcando desde primer a sexto año.
En los últimos años me he cuestionado mucho la forma en la que tradicionalmente enseñamos esta área, de gran dificultad para muchos estudiantes. Y desde entonces me he planteado una serie de interrogantes, ¿qué de todo lo que he querido enseñar mis alumnos realmente aprendieron? ¿Aprendieron, o solo siguieron mecánicamente procedimientos de resolución? ¿Por qué les genera tanta dificultad ciertos contenidos prioritarios? ¿Tendrá que ver con la descontextualización con que son presentados? ¿Por qué enseñamos contenidos aislados, seccionados en ejes o unidades, si la matemática aparece en múltiples aspectos de la vida cotidiana, totalmente integrada? Mi única respuesta a estas y otras tantas preguntas ha sido que la educación, y particularmente la enseñanza de la matemática, requieren de un gran cambio.
Los alumnos de hoy no son los mismos de hace 15 años atrás, no aprenden de la misma manera. Por eso desde mi lugar, a principio de este año, me propuse comenzar con este cambio. Centré mi mirada en los intereses de los alumnos en algunos casos, y en problemáticas sociales o ambientales actuales, en otros. El desarrollo de cada propuesta tuvo como eje transversal la problemática o interés identificado, y la matemática fue integrada en este aspecto.
Trabajar de esta manera permitió generar otra cercanía de los alumnos hacia los conocimientos matemáticos, abordar los contenidos prioritarios de forma integrada y articular con otras áreas, promoviendo un aprendizaje realmente significativo. Esta forma de abordar el área abre la posibilidad, además, a trabajar en agrupamientos flexibles.